dissabte, 18 de desembre del 2010

Mesa redonda sobre la exhortación apostólica «Verbum Domini»


Editorial San Pablo, Librería Paulinas y Escuela de Animación Bíblica
invitan a la presentación de la Exhortación Apostólica Post-sinodal
«Verbum Domini» (La Palabra del Señor), de Benedicto XVI

con la participación de:

Dr. Salvador Pié-Ninot, Catedrático de la Facultat de Teologia de Catalunya y de la Gregoriana de Roma, experto del Sínodo sobre la Palabra (2008)

Lic. Javier Velasco Arias, Profesor de Biblia del ISCREB y el CEP

Dra. Mar Galceran, Directora Pedagógica del ISCREB

presenta y modera:
Quique Fernández, Coordinador de la Escuela de Animación Bíblica

Día y Hora: Martes 11 de enero de 2011, a las 20 h.
Lugar: Librería Paulinas. Rda. Sant Pere 19 Barcelona 
Tel.: 933 011 488 

dilluns, 15 de novembre del 2010

La Palabra del Señor permanece para siempre

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Sínodo Obispos, octubre 2008
«La Palabra del Señor permanece para siempre» (1Pe 1,25). Con estas palabras comienza la reciente exhortación apostólica postsinodal sobre la «Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia» Verbum Domini. El documento papal responde y recoge las conclusiones del último Sínodo ordinario de los Obispos, celebrado en el Vaticano del 5 al 26 de octubre de 2008. Tanto el Sínodo como este documento señalan la necesidad de que sea reconocida en toda la comunidad cristiana la importancia y centralidad de la Palabra de Dios, y quiere mantenerse en la línea que marcó principalmente la Constitución Dei Verbum, del concilio Vaticano II, subrayando que «la comunidad eclesial crece también hoy en la escucha, en la celebración y en el estudio de la Palabra de Dios» (n. 3).

En la primera parte del documento se presenta a «Dios que habla», al Dios de la Biblia en diálogo amoroso con la humanidad. Una Palabra de Dios que tiene un rostro, Jesucristo, el Verbo encarnado, que se ha manifestado prioritariamente en la vida de Jesús de Nazaret. Y, al mismo tiempo, es proclamación de la Buena Noticia de Dios, proclamada por Jesús y puesto después por escrito por sus primeros seguidores. Esta proclamación forma parte de la revelación divina, de forma que «La Sagrada Escritura, el Antiguo y el Nuevo Testamento, es la Palabra de Dios atestiguada y divinamente inspirada» (n. 7). Una Palabra que «se expresa con palabras humanas gracias a la obra del Espíritu Santo», de manera que sin su ayuda «no podemos llegar a comprender la Escritura» (n. 15).

Como todo diálogo es una relación entre dos: la Palabra de Dios implica también una respuesta de la persona humana a su Palabra; una llamada a entrar en la Alianza con Dios (n. 22). La Palabra de Dios es, desde esta perspectiva, escucha de los interrogantes humanos, de sus inquietudes, problemas e ilusiones. «El Dios que habla nos enseña cómo podemos hablar con Él» (n. 24), en la Biblia encontramos el cómo. El pecado, el mal dificulta o puede imposibilitar este diálogo (n. 26). María, la madre de Jesús, es un ejemplo de diálogo y «familiaridad con la Palabra de Dios» (n. 28).

La Iglesia, señala la exhortación apostólica, es el lugar originario de la hermenéutica, de la interpretación de la Biblia (n. 29), aseverando que la Palabra de Dios es el alma de toda la Teología de la Iglesia (n. 31). Reivindica tanto el estudio crítico histórico (campo propio de la exégesis científica) como la necesidad de una hermenéutica actualizadora, de forma que los frutos de la Palabra de Dios lleguen a todo el pueblo cristiano (nn. 34-35). En la misma línea denuncia las lecturas fundamentalistas o literalistas de la Biblia (n. 44).

La segunda parte está dedicada a la Palabra de Dios en la Iglesia, cómo esta la acoge y por ella es transformada (n. 50). Recuerda que la liturgia es el lugar privilegiado de esta Palabra (n. 52); más aún la Palabra de Dios tiene un valor sacramental: «es Cristo mismo quien está presente y se dirige a nosotros para ser recibido» (n. 56). Así mismo señala el papel de la homilía en las celebraciones litúrgicas y cómo debe ser preparada y explicada con esmero exquisito: «La homilía constituye una actualización del mensaje bíblico, de modo que se lleve a los fieles a descubrir la presencia y la eficacia de la Palabra de Dios en el hoy de la propia vida» (n. 59).

Recomienda «un particular esfuerzo pastoral para resaltar el puesto central de la Palabra de Dios», subrayando la necesidad de la «animación bíblica de toda la pastoral» (n. 73), de forma que toda la actividad pastoral esté imbuida de la Palabra de Dios. La catequesis, señala, debe estar enraizada en los textos bíblicos (n. 74). También insiste en «la exigencia de un acercamiento orante al texto sagrado como factor fundamental de la vida espiritual de todo creyente» (n. 86), recomendando la lectio divina o lectura orante de la Palabra.

El anuncio de la Palabra de Dios al mundo es el tema de la tercera parte del documento, recordando que la comunidad eclesial no sólo es destinataria de la Palabra de Dios, sino que ha de ser su anunciadora (n. 91); en ella reconoce su misión (n. 92), la necesidad de la construcción del Reino de Dios (n. 93). Ésta es una misión de la que somos responsables todos los bautizados (n. 94), recuerda la exhortación. La Palabra de Dios compromete en la construcción de un mundo más justo (nn. 99-101), en la cimentación de las diversas culturas con apertura a la transcendencia (n. 109).

Acaba la exhortación apostólica invitando a fundamentar toda la espiritualidad cristiana en «la Palabra de Dios anunciada, acogida, celebrada y meditada en la Iglesia» (n. 121), lo que ha de llevar a toda la Iglesia a una nueva evangelización, a partir de una nueva escucha de la Palabra de Dios (n. 122).

diumenge, 24 d’octubre del 2010

Digitalización de los testos de Qumrán

Cueva de Qumrán
Hace escasos días (el martes 19 de octubre) la «Autoridad de Antigüedades de Israel» comunicó a los medios de comunicación el proyecto de digitalizar, de forma conjunta con Google, la totalidad de documentos encontrados en las montañas de Qumrán...

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divendres, 24 de setembre del 2010

Memoria, Palabra, Escritura. La génesis viva del texto

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Del 6 al 8 de septiembre se celebraron en Valladolid, en el «Estudio Teológico Agustiniano», las XXII Jornadas de la «Asociación Bíblica Española» (ABE). El encuentro tuvo como elemento aglutinador tres grandes conferencias, bajo el título genérico de «Memoria, Palabra, Escritura. La génesis viva del texto».

La primera conferencia del profesor Samuel Byrskog (Universidad de Lund, Suecia) trató sobre «From Orality to Textuality: The Emergence of a New Form-Critical Paradigm» (De la oralidad a la textualidad: El surgimiento de un nuevo paradigma de la crítica de las formas). En su plática subrayó el cambio de paradigma al que estamos asistiendo en la forma de entender las tradiciones orales y su importancia. Señaló lo que él considera los tres componentes centrales de la historia oral: los testigos oculares, la tradición oral y la memoria. Después analizó el potencial de la Chreia (relato breve que se utiliza como ilustración o ejemplo) como una entidad de la crítica de la formas. Continuó con un ejemplo de esta forma literaria, a partir del texto de Mc 1,35-39. Acabó su intervención hablando de cómo es vivido el pasado en el presente, cómo las experiencias transmitidas oralmente, y después puestas por escrito, son reelaboradas buscando respuestas a las situaciones contemporáneas.

La segunda ponencia, del profesor Juan Chapa (Universidad de Navarra), versó sobre «La materialidad de la Palabra: manuscritos que hablan». El ponente, que utilizó un interesantísimo material gráfico, afirmó que los escritos del Nuevo Testamento nacieron con la intención más de transmitir que de conservarse. Para ilustrar su afirmación presentó diversos ejemplos, en diapositivas, de códices, en los que, según su parecer, quedaba suficientemente claro que no se escribieron con el propósito de sustituir las tradiciones orales. Subrayó la prioridad de la oralidad sobre la escritura, de forma que el texto tenía valor en cuanto era reconocido oralmente.

La última intervención corrió a cargo del profesor Horacio Simian-Yofre (Pontificio Instituto Bíblico), con el provocador título de «La esclerosis de la Palabra: la Escritura». Comenzó hablando de la relación entre Sagrada Escritura y canon, desde una postura crítica, afirmando la distinción que se debe hacer entre ambas realidades. Apostó por un estudio de los textos analizando la diacronía y la sincronía en un proceso dialéctico. Continuó examinando la relación entre la Escritura y la «sagrada biblioteca», aseverando que la palabra muere al ser escrita, aunque también reconoció que la escritura significa también la conservación de esta palabra. Aunque, afirmó: fijar un texto implica negar la visión calidoscópica de la palabra. Lanzó la pregunta: «¿lectura canónica o lectura intertextual?»; para afirmar rotundamente: «una verdadera lectura canónica ha de ser una lectura intertextual.» La última parte de su conferencia la dedicó a comentar «el “rigor mortis” a una lectura abierta de la Sagrada Escritura». Sostuvo que la interculturalidad exige diversas lecturas posibles de los textos, teniendo en cuenta que la Biblia cristiana se formó en un proceso constante de asimilaciones culturales. Acabó lanzando un atrevido interrogante: ¿Es posible un principio interpretativo multicultural?

Además de las tres grandes ponencias, rellenaron los actos de esta asamblea diversas actividades, algunas de las cuales ya tienen una solera dentro de estos eventos: las sesiones informativas, la asamblea de la asociación (donde se eligió, entre otros, al nuevo director de la ABE, Santiago Guijarro, y como subdirectora a Carmen Bernabé), una visita guiada al museo oriental de los agustinos, la cena homenaje a los asociados que han llegado a los 70 años de edad, una visita por la ciudad y, sobre todo los seminarios de estudio y de trabajo. Este año además de los tres ya clásicos, «Antiguo Testamento» (coordinado por Guadalupe Seijas), «Nuevo Testamento» (coord. por Rafael Aguirre Monasterio) y «San Pablo» (coord. por Federico Pastor), contamos con uno que inició su andadura el curso pasado, «Evangelios y Antiguo Testamento» (coord. por Luis Sánchez Navarro), y otro que se inauguraba en estas Jornadas: «Biblia y Pastoral» (coord. por Javier Velasco Arias).

Permitidme unas breves líneas sobre este último, en el que me tocó participar y coordinar. Nació a iniciativa del Consejo de la asociación, con la intención de dar respuesta a la inquietud cada vez más creciente en el pueblo creyente, del que también se ha hecho eco diversos documentes eclesiales, de que la Palabra de Dios se convierta en la «animación bíblica de toda la pastoral»; de forma que toda la vida de la comunidad eclesial esté informada por dicha Palabra. Y, lógicamente, que todo el trabajo de investigación y estudio que se está realizando alrededor de la Biblia, llegue en su justa medida a todo el pueblo creyente.

En este primer encuentro lo que hicimos es poner en común las diversas iniciativas e inquietudes de los diversos grupos y personas que participamos en el seminario. Contamos con suculentas intervenciones, la mayoría presentadas en el mismo seminario y otras enviadas por escrito de algunos que no podían asistir, con representación del trabajo que se está realizando en toda España, e incluso alguna de fuera de nuestras fronteras. La continuidad de este seminario y la integración de las diversas iniciativas particulares, junto con la posibilidad de compartir y hacer cosas en común es todo un reto.

dijous, 2 de setembre del 2010

XXII Jornadas de la Asociación Bíblica Española

Los días 6 al 8 de septiembre de 2010 se celebrará en Valladolid las Jornadas anuales de la «Asociación Bíblica Española», que se realizan cada año en una provincia española diferente.

Este año están centradas en el tema «Memoria, Palabra, Escritura. La génesis viva del texto»

Constará principalmente de tres ponencias: «From Orality to Textuality: The Emergence of a New Form-Critical Paradigm», por el prof. Samuel Byrskog (Universidad de Lund); «La materialidad de la Palabra: manuscritos que hablan», por el prof. Juan Chapa (Universidad de Navarra); y «La esclerosis de la Palabra: la Escritura», por el prof. Horacio Simian-Yofre (Pontificio Inst. Bíblico).

También los asistentes tendrán la oportunidad de participar en diversos seminarios, donde se trabaja diversos aspectos relacionados con el mundo de la Biblia.

dissabte, 26 de juny del 2010

Pablo, pastor de comunidades

La metáfora del «pastor»

La imagen del «pastor» en nuestro contexto actual requiere una aclaración, ya que la figura del pastor no es habitual en nuestra cultura occidental y urbana. Incluso es posible entenderlo con una cierta carga negativa: ¿el rebaño que acompaña al pastor es un grupo de personas sin criterio, de «borregos»?

La figura del pastor es una imagen frecuente en la Biblia. Junto al pastor de profesión, alguien que cuida un rebaño de ovejas o de otros animales, como es el caso de Abel presentado como «pastor de ovejas» (Gn 4,2), encontramos este título referido a Dios, llamado el «Pastor de Israel» (v.gr.: Sl 80,2).

El salmo 23 es uno de los ejemplos más bellos de esta atribución a Dios del título de pastor.

1 El Señor es mi pastor: nada me falta. 2 Sobre los frescos pastos me lleva a descansar, y a las aguas tranquilas me conduce. 3 Él restaura mi aliento, por las veredas justas él me guía, en gracia de su nombre. 4 Aunque hubiera de ir por los valles sombríos de la muerte, ningún mal temería, pues conmigo estás tú: tu bastón y tu cayado me confortan. 5 Enfrente al opresor, me aderezas tú un banquete; con aceite me unges la cabeza, y mi copa rebosa. 6 Sólo bien y favor me van siguiendo todos los días de mi vida. Mi morada es la casa del Señor por los días de los días.

Leyendo, meditando este salmo queda suficientemente claro que la idea de «pastor» y «rebaño» en la Biblia no es imagen de una relación paternalista alienante. La protección del Señor no ahorra las dificultades ni las contrariedades, pero sí conforta, ayuda, consuela.

Jesús reivindicará para si, en diversas ocasiones, el título de pastor, sobre todo en el evangelio de Juan:

Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas (Jn 10,11).

Este título de pastor es mencionado en la epístola e los Efesios aplicado a algunos dirigentes de la comunidad, donde se enumera diversos carismas eclesiales, otorgados para la edificación del cuerpo de Cristo:

Él (el Señor) dio a unos el ser apóstoles; a otros profetas; a otros evangelistas; a otros pastores y maestros, a fin de organizar al pueblo santo para las funciones del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo (Ef 4,11-12)

En las comunidades paulinas se entenderá el carisma de «pastor», junto con otros, como un ministerio al servicio de la comunidad: «para la edificación del cuerpo de Cristo.»

Pablo, fundador de comunidades

La imagen de Pablo de Tarso recorriendo cientos e incluso miles de kilómetros predicando la «Buena noticia» de Jesús es sobradamente conocida. Lucas, en los Hechos de los Apóstoles, narrará tres grandes viajes del Apóstol, recorriendo a pie, en barco y en todas las formas de transporte conocidas el vasto Imperio romano. Pablo predicará el evangelio por todas partes: Antioquia de Siria, Antioquia de Pisidia, Chipe, Panfilia, Licaonia, Galacia, Filipos, Tesalónica, Atenas, Corinto, Éfeso, Mileto, Jerusalén, Roma, ¿Tarraco?...

Por la obra lucana y, sobre todo, por las propias cartas de Pablo constatamos que su preocupación no terminaba con la predicación, si no que su interés era formar una comunidad estable en cada uno de los lugares donde había evangelizado.

Esta preocupación no finalizaba cuando abandonaba dicha comunidad para ir a predicar a otro lugar, continuaba incesantemente, como constatamos por sus escritos.

Al servicio de todas las comunidades

Pablo tiene conciencia de su autoridad sobre las diferentes comunidades por él fundadas, y la reivindicará cuando es cuestionada por alguien, sobre todo si constata o intuye que eso repercutirá en detrimento de la comunidad, como ocurría, por ejemplo, en la comunidad de Corinto.

Y aunque me propasara alardeando de la autoridad que me confirió el Señor sobre vosotros, para construir y no para destruir, no sentiría vergüenza (2Cor 10,8)

Aunque también en estos casos su autoridad la entenderá como un servicio para la construcción eclesial, para la comunión con Cristo.

Su relación con las diversas comunidades tomará tanto la forma de padre como la de madre.

7 Y aunque, en nuestra condición de apóstoles de Cristo, podríamos haber impuesto nuestra autoridad, adoptamos, por el contrario, entre vosotros una actitud suave, como una madre que cría a sus hijos. 8 Tal era nuestro cariño para con vosotros, que deseábamos poner a vuestra disposición no sólo el evangelio de Dios, sino nuestras propias vidas. Tan queridos llegasteis a ser para nosotros. 9 Recordad, si no, hermanos, nuestros esfuerzos y fatigas: trabajando, día y noche, a fin de no ser una carga para ninguno de vosotros, proclamamos entre vosotros el evangelio de Dios. 10 Vosotros sois testigos - y el mismo Dios lo es - de cuán religiosa, recta e irreprochable fue nuestra conducta para con vosotros, los creyentes. 11 Como bien sabéis, tratábamos con vosotros uno a uno, como un padre con sus hijos, 12 exhortándoos y animándoos y conjurándoos a llevar una vida digna del Dios que os llama a su reino y a su gloria. (1Tes 2,7-12)

La imagen de padre, en el contexto que le tocó vivir a Pablo, significaba sobre todo autoridad, autoridad incuestionable, al que deben obediencia y sumisión sus «hijos». Pablo sólo utilizará estos apelativos de padre y de hijos cuando se refiere a las comunidades por él fundadas. Él siente que tiene una relación especial con estas iglesias en las que él ha puesto el fundamento.

Pero, inmediatamente encontramos una segunda imagen, la de una madre. Su autoridad, su ascendencia no quiere utilizarla para provecho, dominio o prestigio propio, sintiéndose superior o mejor a ningún miembro de dichas iglesias. Comprende su relación con las comunidades de una forma maternal, afectiva: «una actitud suave, como una madre que cría a sus hijos» (v. 7). Y así hablará de cariño, de disposición, de esfuerzos, de fatigas, capaz de entregar por ellos la propia vida… Se siente como una madre que es capaz de darlo todo por sus hijos.

En otro lugar afirmará, en la misma línea:

Hijitos míos, a quienes de nuevo estoy dando a luz con dolor, hasta que Cristo sea formado en vosotros (Gal 4,19).

Su relación con dichas comunidades, por él fundadas, la entiende, la explica como un parto. Incluso habla de los dolores de ese parto, un alumbramiento a la vida en Cristo. Una maternidad que inicia, a través de un «nacimiento», una nueva existencia.

Y señalará la diferencia fundamental entre él y el resto de dirigentes de dichas iglesias:

Pues aunque tengáis diez mil pedagogos en Cristo, padres no tenéis muchos: porque yo os engendré en Cristo Jesús por el Evangelio (1Cor 4,15).

Por eso reivindicará una relación especial, única con las comunidades que él ha evangelizado. Los demás serán como mucho pedagogos, instructores, pero no su padre y su madre.

Pastor preocupado por todos y cada uno de los miembros de la comunidad

La preocupación pastoral por cada uno de las comunidades será una tarea prioritaria en la vida de Pablo.

Además de otras cosas, la preocupación por todas las iglesias que pesa sobre mí día tras día. (2Cor 11,28)

Después de enumerar las múltiples dificultades por las que ha tenido que pasar en la tarea evangelizadora, el Apóstol menciona la preocupación, el cuidado que le conlleva las diferentes iglesias por él formadas. Una ocupación diaria, cotidiana, comentará.

Ese celo por las comunidades implicará en algunas ocasiones severidad, pero siempre será desde una llamada a volver al autentico evangelio. Su aparente dureza sólo responde a una preocupación amorosa, pastoral, maternal.

1 ¡Oh insensatos gálatas! ¿Quién os ha fascinado, a vosotros, ante cuyos ojos ha sido presentado Jesucristo crucificado? 2 Sólo esto quiero saber de vosotros: ¿recibisteis el Espíritu por las obras de la ley o por la aceptación de la fe? 3 ¿Tan insensatos sois? Habiendo empezado por el Espíritu, ¿vais a terminar ahora en carne? (Gal 3,1-3).

2 Estoy celoso de vosotros con celo de Dios, porque os desposé con un solo marido para presentaros, como virgen pura, a Cristo. 3 Pero temo que, como la serpiente engañó a Eva con su astucia, también vuestros pensamientos se corrompan apartándose de la sencillez y de la pureza que debéis a Cristo (2Cor 11,2-3).

La insensatez que recrimina a los cristianos de Galacia y los temores a que los de Corinto se dejen engañar por falsos predicadores del Evangelio responden exclusivamente a su exquisita preocupación pastoral por estas iglesias.

Esa misma inquietud y celo le llevará a buscar el bien de todos en las comunidades, sobre todo de los más débiles.

Sin embargo, tened cuidado de que esa libertad vuestra no sea un escándalo para los débiles (1Cor 8,9).

Pablo, el gran defensor de la libertad cristiana, no tendrá problemas en recordar que la libertad, en un seguidor de Jesús, está siempre supeditada al amor, de una forma especial al amor a los más frágiles, a los más pequeños.

La inquietud fundamental de Pablo con respecto a sus comunidades es que «que Cristo sea formado en vosotros» (Gal 4,19), en cada persona. Es la tarea pastoral por excelencia.

Javier Velasco Arias

diumenge, 16 de maig del 2010

El Reino de Dios es como un grano de mostaza

El Reino de Dios es un tema omnipresente en los dichos, en los gestos, en los exorcismos, en las curaciones… de Jesús. La mayoría de estudiosos comparten la idea de la centralidad de la predicación del Reino en el ministerio de Jesús.

La forma habitual de enseñar de Jesús es a través de parábolas. Y su idea del reino/reinado de Dios nos llegará privilegiadamente por medio de sus parábolas.

La versión más antigua de la parábola del grano de mostaza nos ha llegado, probablemente, a través del evangelio de Marcos. Será en la versión de este evangelista donde nos detendremos a contemplar laa palabras de Jesús. La encontramos en el capítulo 4 de su evangelio, capítulo en el que hallamos una concentración de la mayoría de parábolas de este evangelio.

Mc 4, 30 Y proseguía diciendo: «¿A qué compararemos el reino de Dios o con qué parábola lo describiremos?

31 Es como el grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es la más pequeña de todas las semillas que sobre la tierra existen;

32 pero, una vez sembrado, se pone a crecer y sube más alto que todas las hortalizas, y echa ramas tan grandes que los pájaros del cielo pueden anidar bajo su sombra»

Ésta parábola, junto con otras muchas, no acaba con una aplicación interpretativa. El evangelista narra las palabras de Jesús sin aclaración posterior, sin explicación del sentido ni por parte del narrador ni por parte del personaje principal, Jesús. «Jesús deja al oyente sacar la conclusión de la parábola»[1] Seguramente, como anota J. Jeremias, esta forma de parábola, sin más, corresponde al Jesús histórico; la mayoría de sus parábolas serían así, no necesitaban de explicación o, mejor, su interpretación era abierta.

El ejemplo de planta que utiliza Jesús, para hablar del Reino de Dios, no destaca por su grandeza; no es una palmera, ni mucho menos un alto cedro del Líbano. Imágenes estas usadas con frecuencia en la Biblia Hebrea:

«Florece el justo como la palmera, crece como un cedro del Líbano» (Sal 92,13)

«Mira a un cedro del Líbano de esplendido ramaje, de fronda de amplia sombra y de elevada talla. Entre las nubes despuntaba su copa. Las aguas le hicieron crecer, el abismo le hizo subir, derramando sus aguas en torno a su plantación, enviando sus acequias a todos los árboles del campo. Por eso su tronco superaba en altura a todos los árboles del campo, sus ramas se multiplicaban, se alargaba su ramaje, por la abundancia de agua que le hacia crecer. En sus ramas anidaban todos los pájaros del cielo, bajo su fronda parían todas las bestias del campo, a su sombra se sentaban naciones numerosas. Era hermoso en su grandeza, en su despliegue de ramaje, porque sus raíces se alargaban hacia aguas abundantes. No le igualaban los demás cedros en el jardín de Dios, los cipreses no podían competir con su ramaje, los plátanos no tenían ramas como las suyas. Ningún árbol, en el jardín de Dios, le igualaba en belleza. Yo le había embellecido con follaje abundante, y le envidiaban todos los árboles de Edén, los del jardín de Dios» (Ez 31,3-9)

No son estos grandes árboles de los que se sirve Jesús para explicar cómo es el Reino de Dios. La semilla del arbusto de mostaza era la más pequeña conocida, imagen de los inicios humildes del Reino de Dios, predicado por Jesús. Pero, su desarrollo tampoco es portentoso; el tamaño y la forma de este arbusto no es precisamente sobresaliente. El aspecto que el evangelista quiere subrayar es otro, es la acogida de todos y de todas en este Reino de Dios, valiéndose de la imagen de los pájaros que anidan bajo su sombra (imagen ya utilizada por el profeta Ezequiel). «Para Jesús, la verdadera metáfora del reino de Dios no es el cedro, que hace pensar en algo grandioso y poderoso, sino la mostaza, que sugiere algo débil, insignificante y pequeño»[2]

La imagen de Dios que aparece en esta parábola del Reino es la de un Dios que desea acoger a todos, de un Reino en el que nadie es excluido, una realidad donde todo ser humano se siente aceptado y dignificado. La grandeza la deja para los poderosos de este mundo; el estilo de Jesús, el Dios de Jesús es de otra manera.

¡Qué distintos de lo que se esperaba eran los comienzos del tiempo de salvación predicado por Jesús! Este grupo miserable, al que pertenecían tantas gentes de mala fama, ¿había de ser la comunidad salvífica nupcial de Dios? Sí, dice Jesús; ella es. Con la misma seguridad con que de la pequeña semilla de mostaza se produce el gran arbusto y del pequeño trozo de levadura la masa fermentada, el milagro de Dios convertirá mi pequeña grey en el pueblo de Dios del tiempo de la salvación, que abarcará a todos los pueblos.[3]

No es difícil llevar este texto a la oración y a la meditación. El Señor nos está pidiendo personal y comunitariamente un cambio de actitud. No son los medios, la publicidad (lo conocidos que seamos), la grandeza, el éxito, la fama, ni siquiera el número… la medida para valorar si estamos construyendo adecuadamente el Reino de Dios aquí y ahora. Nuestros esfuerzos, con frecuencia, caminan en esta dirección. Y no es malo, pero no es lo mejor. No significa renunciar a ser más conocidos, a disponer de medios más adecuados, a tener más vocaciones, al derecho a ser escuchados… Pero todo ello no es lo nuclear, no es lo fundamental.

La acogida del necesitado; nuestra actitud ante el otro o la otra, de la comunidad o de fuera de la comunidad; el buscar que cualquiera que entre en contacto con nosotros se sienta reconocido, respetado, aliviado, escuchado, tratado con amor. Aunque seamos pequeños, insignificantes, débiles; como el Reino de Dios que proclamaba Jesús.

Todo ello he de pararme a contemplarlo, a «rumiarlo», junto a Jesús, personal, pero también comunitariamente. Y, lógicamente, llevarlo a la vida: con un plan concreto. Las buenas intenciones no son suficientes. Mi vida, nuestra vida ha de responder a la «Buena noticia» de Jesús, a su predicación del Reino.

Javier Velasco Arias
http://humano.ya.com/javier-velasco/
http://jvelascoa.blogspot.com/


[1] Joachim Jeremias, Las parábolas de Jesús, Estella: Verbo Divino 31974, p. 130.

[2] José Antonio Pagola, Jesús. Aproximación histórica, Boadilla del Monte (Madrid): PPC 2007, p. 122.

[3] J. Jeremias, Las parábolas de Jesús, 183.

dilluns, 26 d’abril del 2010

Lliurament de premis del X Premi Edith Stein

Ja estem en l'etapa final del «X Premi Edit Stein d'Assaig de Cultura Bíblica», que sota el lema «Diners i treball a la Bíblia» ha estat tot un èxit.

Hem rebut 80 treballs diferents, alguns d'ells de gran qualitat.

Us convidem a participar de la festa de cloenda d'aquest esdeveniment, al Paranimf de la Universitat de Barcelona, el dissabte 15 de maig, a les 11h. del matí.


Més informació...

dilluns, 12 d’abril del 2010

«Palabras de vida», una nueva colección bíblica

El próximo sábado, 17 de abril, a las 6 h. de la tarde, se presentará una nueva colección divulgativa bíblica: «Palabras de vida»

Lugar: Librería Paulinas (Rda. Sant Pere 19-21 08010 Barcelona) -> ver plano


dimarts, 16 de març del 2010

El amor esponsal como imagen del amor de Dios


Cualquier afirmación que hagamos de Dios será siempre inapropiada, inexacta. La teología apofántica o teología negativa asevera: «si de Dios puedo afirmar algo, éste no es Dios». Sin llegar a compartir plenamente esta afirmación, al menos en su forma extrema, sí que creemos que todas las aproximaciones que hagamos de Dios serán siempre eso, aproximaciones. Nunca podremos llegar a aserciones unívocas sobre Él, nos tendremos que conformar con movernos en el mundo de la analogía (no del equívoco), con todas las limitaciones que eso supone.

Una vez manifestados estos presupuestos, constatamos que en la Biblia encontramos, con frecuencia, afirmaciones sobre Dios. Se habla de su santidad, de su justicia, de su misericordia, etc. También se le aplican sentimientos, a imagen de los sentimientos humanos: amor, ira, paciencia, fidelidad... Y, de forma similar, diversas realidades humanas se convierten en iconos de la realidad íntima de Dios. Nada de ello define ni, menos aún, agota la realidad divina, pero nos sirven para comprender un poco más al Dios de la Biblia.

El amor esponsal será una imagen privilegiada para expresar de forma plástica cómo es el amor de Dios. Este amor tomará la forma de enamoramiento, de atracción, de pasión, de fidelidad, de respeto, de diálogo amoroso...

Es curioso que en hebreo no existe una palabra que se corresponda exactamente con la nuestra «matrimonio». De hecho en la Biblia se habla de pacto, de alianza (berit, en hebreo) entre un hombre y una mujer, y se corresponde a la idea del pacto o alianza de Dios con su pueblo. De ahí que la imagen del matrimonio servirá para evocar las relaciones de Dios e Israel, de Dios y la comunidad creyente, de Dios y la persona humana.

Los textos que reproducen esta imagen son heterogéneos, aunque serán los libros proféticos y los sapienciales los que con más frecuencia la utilizarán.

Descubriremos este símil en la dura experiencia matrimonial del profeta Oseas (Os 1-3). El profeta se casa con una prostituta, de la que acaba enamorándose, pero no es correspondido en ese amor. Su esposa, Gómer, le es infiel de forma continuada. Después de múltiples infidelidades, el profeta presenta una acusación formal contra ella ante sus hijos (2,4-8). La relación esponsal ha terminado: ya no hay posibilidad alguna de reconciliación. Las infidelidades, las prostituciones han sido muchas y frecuentes. Oseas decide abandonarla, repudiarla: ya no la reconoce como esposa. La lectura en clave de las relaciones entre el Señor e Israel nace de forma espontánea: el pueblo ha sido infiel, se ha prostituido con falsos dioses; sólo es merecedor del abandono de Dios.

La siguiente escena (2,9-15) aumenta en fuerza dramática. Gómer corre tras sus amantes que la han abandonado. Ella esperaba encontrar con ellos la felicidad, conseguir de ellos «el trigo, el mosto y el aceite», y no lo consigue. El trigo, el vino (o mosto) y el aceite son los frutos de la tierra imprescindibles para sobrevivir en la cultura mediterránea del Antiguo Próximo Oriente, y era obligación del esposo proveer de ellos a la esposa. El profeta negará este derecho a su esposa, ya no se lo merece; no tiene ningún derecho. La lectura teológica también es obvia: Israel no tiene derecho a ningún privilegio de Dios, a causa de sus infidelidades, por buscar en otros dioses lo que sólo podía encontrar en el Dios de Israel.

En la tercera y última escena (2,16-18) es Dios mismo quien toma la palabra, no el profeta. El tono ya no es de rabia, venganza o castigo. Hay un cambio de lógica. El lenguaje actual es el de un esposo enamorado, capaz de perdonar y olvidar, por amor, cualquier cosa. El camino que elige el Señor no se corresponde con la lógica humana, es totalmente distinto al propuesto en las dos escenas anteriores. Yahvé opta por «seducir» a su amada Israel, por volverla a enamorar. Y, para ello, decide llevarla al desierto, lugar donde nació el amor, el pacto de alianza entre ambos. Y allí «le hablaré al corazón». El esposo espera ansioso la respuesta de la esposa, necesita sentirse amado por ella, recobrar el primer amor de juventud.

Es un texto precioso que nos aproxima a entender cómo Dios ama, como nos ama. Ejemplos similares encontraremos en otros libros (Is 62,1-9; Ez 16,7b-63; Ct; etc.). Y es que el amor de Dios es único
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dilluns, 1 de març del 2010

Retiro bíblico de Cuaresma


Retiro bíblico para este tiempo fuerte de Cuaresma, en torno a algunos textos bíblicos del libro de Isaías.

Fecha: 20 de marzo de 2009, de 10 a 19h. (se puede asistir a todos los actos o a algunos de ellos)
Lugar: Parroquia de la Milagrosa (Consell de Cent, 110 - Barcelona)


dimarts, 16 de febrer del 2010

Un Dios que se manifiesta en la historia


La experiencia primordial de Israel, de la que encontramos continuamente ecos en toda la Biblia hebrea, es la de un Dios que se hace presente en la historia del pueblo; un Dios que participa del devenir de su existencia cotidiana. El Dios de la Biblia se revela a sí mismo como «Señor de la historia». Este señorío no tiene como objetivo el manipular la historia humana ni el convertir a sus protagonistas, los hombres y las mujeres, en marionetas. Es un Dios que quiere el bien del ser humano, que le muestra –no le impone– el camino idóneo, advirtiéndole de los peligros de seguir una opción errónea, engañosa, injusta.

El Señor de la historia aparece como un Dios «parcial», Alguien que se pone del lado del más débil, del oprimido, del pequeño… Aquellos que no tienen quien les defienda, que nadie apuesta por su causa, tienen de su parte al Señor.

Sobre todo, pero no exclusivamente, las narraciones del Éxodo nos hablan de un Dios que no permanece impasible ante el sufrimiento del oprimido. Dios no es un mero espectador de la historia –como en muchas ocasiones es presentado o imaginado–; Él escucha su clamor, recuerda su Alianza, mira la humillación que están padeciendo, conoce a su pueblo (cf. Ex 2,23-25).

Escuchar, recordar y mirar son verbos, acciones que implican a toda la persona en la antropología bíblica, que indican la totalidad. Dios se involucra plenamente en la historia humana, toma partido por los más débiles: los escucha, los mira compadeciéndose, es fiel a sus promesas. Dios también «conoce» a su pueblo. El verbo «conocer» en hebreo tiene un sentido de intensidad, de relación personal, de intimidad. El Dios de Israel no conoce superficialmente o de oídas, conoce en profundidad, hace suyo el sufrimiento del oprimido.

El texto que podemos seguir leyendo nos narra el cómo Dios se vale de una persona, de Moisés, para ejecutar su acción salvífica, en favor del pueblo. Moisés es un personaje con muchas limitaciones, que se siente impotente para realizar lo que Dios le pide y, por tanto, manifiesta al Señor muchas objeciones a la misión (Ex 3,11-15; 4,1-18). Aún así llevará al pueblo, con la ayuda imprescindible del Señor, a su liberación.

Es tan crucial esta experiencia liberadora para el pueblo israelita que desde entonces celebrará, como su fiesta principal, el Pesaj o fiesta de la Pascua. Incluso las primeras comunidades de seguidores de Jesús sentirán la necesidad de hacer una lectura pascual de la muerte y resurrección de Jesús: una nueva Pascua con apertura universal y definitiva.

La experiencia de un Dios que se manifiesta en la historia será una constante tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. El Dios de Israel, el Dios de Jesús no es un dios ajeno al sufrimiento humano; es un Dios que se solidariza con dicho sufrimiento, que suscita personas que –de forma consciente o no tan consciente– realizan su acción liberadora, de servicio, de solidaridad, de amor desinteresado.

Jesús con su vida, con su predicación, con su muerte y resurrección nos mostró de forma diáfana a ese Dios siempre presente en nuestra vida, en nuestra historia personal, comunitaria, universal, compartiendo las necesidades y sufrimientos humanos, así como también las alegrías y esperanzas.

divendres, 22 de gener del 2010

Transversalidad de la Biblia en la pastoral

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Es, sobre todo, a partir de la última asamblea de la FEBIC (Federación Bíblica Católica) que la hasta entonces llamada «Pastoral bíblica» comenzó a denominarse «Animación bíblica de la pastoral». La primera prioridad que señaló la FEBIC para el período 2008-2014 es «la animación bíblica de toda la vida de la Iglesia, de manera que todo el ministerio pastoral esté inspirado y animado por la Palabra de Dios», subrayando que la Palabra de Dios ha de ser el alma (anima) de toda la pastoral de la Iglesia.

De esta intuición se ha hecho también eco el Sínodo de los obispos sobre «La Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia» (octubre 2008) cuando, por ejemplo, afirma: «La Dei Verbum [Concilio Vaticano II] exhorta a hacer de la Palabra de Dios no sólo el alma de la teología sino también el alma de toda la pastoral, de la vida y de la misión de la Iglesia (cf. DV 24). Los obispos deben ser los primeros promotores de esta dinámica en sus diócesis. Para ser anunciador y anunciador creíble, el obispo debe nutrirse, él el primero, de la Palabra de Dios, de manera que pueda sostener y hacer cada vez más fecundo su propio ministerio episcopal. El Sínodo recomienda incrementar la “pastoral bíblica” no en yuxtaposición a otras formas de pastoral sino como animación bíblica de toda la pastoral» (proposición 30).

La Biblia tiene una función transversal en toda la pastoral. Nada en la pastoral es ajeno a la Palabra de Dios. Y esto no sólo es aplicable a la pastoral sacramental o litúrgica. Se extiende a la homilía, a toda la predicación, a la catequesis (a toda la catequesis), a la pastoral social, a la de la salud, a la de la inmigración, a la ecuménica y un largo etcétera. La Palabra de Dios interpela a toda la comunidad cristiana y tiene la vocación de informar, de transformar toda la realidad eclesial.

Es necesario, es urgente que la Palabra de Dios recupere la centralidad que le corresponde. En todas las parroquias, en todos los grupos, en todas las comunidades y movimientos ha de ser una prioridad la lectura, estudio, plegaria de la Biblia, en una perspectiva actualizadora, provocadora, transformadora de la propia comunidad. El mismo sínodo de la Palabra pedía «una reflexión teológica sobre la sacramentalidad de la Palabra de Dios» (proposición 7). Es Jesús, Palabra de Dios, quien se hace presente, quien nos habla a través de ella.

Ya no podemos hablar de pastoral bíblica, como si ésta fuese una forma de pastoral, al lado de otras formas posibles. La Biblia es aquel fundamento imprescindible sin el que es imposible hacer pastoral, al menos pastoral cristiana.

Javier Velasco Arias